¡Hola! Nuestro broche de oro a esta temporada de Primeras Comuniones ha
sido la de Carmen.
Una niña distinta tiene que tener una Primera
Comunión distinta y para idearla, lo primero que hicimos fue visitar el
lugar de la celebración. Una zona de campo con caballos que nos
recordaba a un rancho de los del viejo oeste. Nos imaginamos como debía
ser una fiesta en esa época. Quizá usarían para decorar elementos del
día a día decorados con cintas de colores, algo de la pintura que
sobró cuando se pintó el granero y flores sencillas que crecen en las
cercanías, como margaritas.
Con esa idea en la cabeza, hicimos un cartel
de bienvenida con un marco de madera reutilizada, que pintamos de
rosa, y para sostenerlo, nos nos resistimos a nuestro gusto por
reutilizar lo que encontramos en almonedas, el palo de un barco de vela
latina sobre una base de madera y, la primera visión de lo que iba a ser
nuestro hilo conductor, el vidrio verdoso, que no verde, con el que se
hacían las damajuanas, los especieros y demás hace muchos años, ese
vidrió en el que se quedan atrapadas burbujas de aire y que brilla bajo
el sol como un diamante.
Para la distribución de mesas, más elementos vintage, unas patas de madera, de esas que ahora están tan de moda, y mas vidrio. También una alzabara recogida en el campo y pintada de rosa.